Tuesday, July 21, 2009

Mesa reservada


Comparto con un grupo de amigas de la universidad, un confortable y acogedor espacio donde la conversación es franca, las risas, seguras, y el soporte, garantizado. Aun doblemente distanciadas por los años y las millas, reconectamos tanto y más que en los pasillos de la UCAB, como si todo lo que nos había separado durante este tiempo perteneciera a un paréntesis, y no fuera más que una pausa para ampliar la gama de temas de conversación. Vemos crecer a nuestros hijos y compartimos experiencias, situaciones y consejos, sin competencias ni prejuicios, como si el destino nunca nos hubiera puesto en caminos tan disímiles.

Pero nos puso. Salimos de las aulas del quinto piso y nos desperdigamos por el mundo. Cada una tomó su camino. Nos casamos, divorciamos o arrejuntamos. Conseguimos oficios muy diversos en los que fuimos o somos más o menos exitosas. Tuvimos hijos o estamos por tenerlos. Y allí nos reencontramos. Como el primer día de clases hace mas de 15 años, cuando no éramos más que un policromático grupo de individuos movidos por un interés común, llegamos sin reservas, y con el ánimo bien dispuesto de nutrirnos y de nutrir. Conseguimos este pedacito de espacio intangible en la red, allí nos instalamos y lo convertimos en la mesa de un café, siempre reservada para nosotras, donde sentarnos a conversar y a tomarnos un vinito mientras los niños juegan. Esta ronda va por mi cuenta. ¡Salud, muchachas!

Thursday, July 2, 2009

El espacio del abrazo


Hoy es un día especial. Esta mañana, después de varios años de esa distancia implacable que pesa sobre el espíritu como montaña de acero, mi mamá y mi abuela se volvieron a abrazar. En busca del bien mayor, hay renuncias y sacrificios incompensables y ése ha sido definitivamente el más duro.


Residentes sin terruño, aprendemos a vivir sin los cerros inundando nuestras ventanas, sin los motivos inauditos para inventar una celebración, sin la casa que nos vio crecer, sin los sonidos, las imágenes y los latidos de una ciudad que llevamos impresa en el corazón. En nuestro exilio voluntario descubrimos nuevos espacios e inventamos nuevos rituales para alimentar nuestro sentido de pertenencia. Muchos incluso, lo logramos. Pero más allá de lo geográfico, hay ciertos espacios imposibles de llenar. Espacios inconmesurables e incorpóreos donde las coordenadas las define sólo el afecto. Espacios imposibles de trasplantar o de amoblar o de sustituir. Espacios que otorgan la categoría de "hogar" a un abrazo cálido, a una mirada atenta, a una palabra sincera.


En ese espacio hoy se han reencontrado dos mujeres a las que amo profundamente. Por eso, estoy feliz.