Sunday, May 30, 2010

Historias de animales



Ya les había adelantado que el tema de este mes en el grupo fotográfico "La vuelta al mundo" sería ANIMALES (animales de verdad, no metafóricos, que no estamos para malos ratos, ah?). Por supuesto que el mural ha quedado de un variado que ni se imaginan, si casi parece un libro de zoología!

Aunque yo hubiera desado hacer uso de otros modelos aparte de las mascotillas de la casa, entre que este mes S. y yo nos enfermamos mucho, que las traducciones han estado numerosas y que mi escasito tiempo libre ha estado dedicado desde hace unos días a L´Atelier, el curso de fotografía que organiza Jackie, no tuve chance de salir a la caza fotográfica por más "víctimas" (y de paso, no me pueden negar que mis modelos están re-guapos, o no???).

En mi familia somos y hemos sido siempre "dog lovers". Me atrevería a decir que de mis "ya-no-tan-poquitos" años de vida, sólo durante los 3 que pasamos mi mamá y yo en Italia, no hubo can en la escena (en cambio, en ese período tuve mi único gatico, Minú). Del resto puedo enumerar al menos una docena de narices frías a mi lado.

Mi Chino es igual que yo. Desde antes de conocernos en Caracas, lo acompañaba Poirot, el animal más asombrosamente inteligente que yo haya visto jamás, capaz de resolver situaciones complejas como aun algunos humanos no podrían. Poirot acompañó a mi Chino (y a mí, por añadidura) por más de 19 años y llegó a ser todo un veterano de las calles, la curiosidad, el poder mental y, en sus últimos años, las travesuras.

Poco después de casarnos llegó Pelusa, la cosita más linda, tierna y adorable que se puedan imaginar (aunque no particularmente aventajada en inteligencia). Con Pelusa emprendí la partida de Venezuela hacia los EE.UU. hace ya 9 años. Con Poirot se quedó varado mi Chino en Panamá durante 7 días de zozobra después de aquel fatídico 11 de septiembre. La primera palabra que dijo S. en su vida no fue "mamá" ni "papá" ni "teté". Fue "acayacaya", nombre con el que bautizó a Pelusa, nunca supimos muy bien por qué.

Hace un poco más de 2 años llegó Buster. No estábamos buscando un tercer perro, pero éste nos enamoró. Tenía apenas 6 semanas. Era el único varoncito y las hermanitas lo tenían completamente sometido. Caminaba y se pisaba unas orejas larguísimas, se caía y rodaba hacia adelante. Demasiado cómico y adorable! Con él, el Chino puso en práctica todas las horas invertidas frente al televisor viendo el programa "Dog whisperer" de National Geographic, pero le salió un alumno rebelde, y una esposa y una hija que se derriten y nunca logran ponerle carácter al trapizondo en cuestión (y el muy aprovechado lo sabe!).

Como pueden ver, Buster y Pelusa son los personajes principales de mi historia de animales de este mes, pero si visitan el blog de Jacquie, se asombrarán de ver el catálogo de especies que hemos logrado, tendrán acceso a la cadena con la que todos los meses le damos la vuelta al mundo, y comprobarán que el resultado ha quedado "animal"!!!

Friday, May 21, 2010

Pausa



Entiendo si no me creen, pero hace poco días, arrestaron a una abuelita que manejaba a contravía a 100 mph en una calle cuyo límite eran 45 mph. Cuando el oficial se acercó al vehículo, temiendo que la doñita estuviera padeciendo una dolencia repentina y a punto de llamar a una ambulancia, le preguntó si todo estaba bien, y a qué se debía tanta prisa. La señora respondió impertérrita y hasta un poco molesta, que iba tan rápido y cortando camino para no llegar tarde a su cita en la peluquería.
A las carreras. La vida moderna parece una competencia inacabable por cumplir una agenda, un programa inclemente. Correr de un trabajo a otro, de una actividad a otra, para cumplir un horario estricto. Cronometrar los días, ser fiel a las listas. Programar recordatorios, comer en el carro, maquillarse en la vía. Enterarse del acontecer mundial en 140 caracteres mientras cambia la luz del semáforo. Socializar vía texto mientras se ejercita en la elíptica o mientras se espera en un consultorio médico.  No perderse la novela, llegar a tiempo a la natación. Correr, correr, correr.
Precisamente esta mañana hablaba de eso con la maestra de S. Al principio de la reunión, tercera y última de este primer grado, Miss H. aplaudió ampliamente la capacidad de comprensión lectora, la inclinación artística y el razonamiento lógico-matemático de mi hija, para engrosar mi orgullo materno. Pero luego,  y por primera vez, hubo “peros”. Habló de “rush”, de ir a las carreras. De anticipación e impaciencia. De apresurarse por concluir rápido cada asignación. De desorden, de no querer revisar, de responder preguntas sin terminar de leerlas. De estar demasiado pendiente a lo que viene “luego”.
Nada de eso es novedad, pero claro, pesa más cuando otro te lo dice. Tampoco creo que sea algo grave. Tampoco me voy a morir si S. no tiene una caligrafía de colegio de monjas venezolanas. Pero sí puedo decir que la conversa con Miss H. fue un llamado. El toquecito de un timbre remoto que me llevó a días en que mi vida era una vorágine que me arrastraba. Cuando parecía necesario vivir tachando ítems de una lista interminable, para pasar jadeante de uno a otro, impaciente, ansiosa, perpetuamente cansada. No es así como quiero que crezca mi S.
Para mayor refuerzo, y con la entrevista aún fresca y dándome vueltas en la mente, me topé con este mensaje de Kate Vogt: “Wherever you are, eternal truth is there to speak you through the poetic pauses. And with each pause, you recover a little more understanding of your true Self”. La pausa. Ese espacio ínfimo entre dos puntos. El infinito entre dos renglones que puede darle sentido a un texto completo. El silencio.
Quiero practicar la pausa con S. Entrenar la paciencia (tal vez la abuelita de la cita en la peluquería había olvidado o nunca conocido lo que eran). Quiero que disfrute de la tranquilidad del hacer NADA, en paz con el silencio.  No quiero que viva en una competencia, ni que necesite de millones de voces para acallar vacíos. Eso quizás se traduzca en la letra que desea Miss H., y en trabajos más ordenados, y en preguntas leídas en su totalidad. O quizás no, y estará bien. Igual, me daré por satisfecha.

Thursday, May 6, 2010

Escogidas


Para la madre que yo escogí y la hija que me escogió
 
El día de su llegada conocemos una nueva dimensión del amor. Amor nacido del amor, de raíces atávicas que anclan y proyectan al mismo tiempo.

Nos volvemos partícipes de una comunión ancestral con todas las madres del pasado y del futuro, la que habita en la casa vecina y la que camina descalza por tierras remotas.

Descubrimos que cuando nuestras propias madres decían “lo sabrás cuando tengas hijos”, no se equivocaban: somos antes y después, somos en ellos y por ellos. Nacemos con ellos, como madres, a una vida nueva.

Aprendemos a escucharnos y a escucharlos dentro de nosotros. Podemos leerlos como a libros abiertos; laten en nuestro pecho aun cuando están lejos; nos enseñan el lenguaje del silencio, del instinto y de la supervivencia.

Conquistamos nuestro paso. A veces caminamos más despacio, otras corremos para no quedarnos atrás. Nuestras huellas florecen, tienen forma y sentido: reinventándonos cada día nos hacemos mejores. Haciéndonos mejores cambiamos la cara del mundo en que vivimos.

Nuestros regalos son sonrisas del corazón, un par de manitas entrelazadas a nuestro cuello, una caricia en la frente, un “te amo” sin razón. Nuestros días son todos los días. El de la práctica deportiva, el del show de ballet, el de la batalla ganada a la fiebre, el de la graduación de bachillerato, el de la primera palabra o los primeros pasos.

Felicidades a todas las madres. A la mía, que es bendición, inspiración y ejemplo. A mi abuela, la madre por excelencia de una clan irrepetible. A mis amigas de siempre y las de ahora, las cibernéticas y las de carne y hueso. Las fotógrafas, las lectoras empedernidas, las bloggeras, las “soccer/hockey/beisbol moms”, las fiesteras, las todo-terreno, las de la romana vieja, las multitasking, las habilidosas, las recién estrenadas, las encopetadas, las ejecutivas, las conservacionistas, las histriónicas, las deportistas, las intensas, las polifacéticas. Las futuribles. Las que que son todo eso y mucho más. Felices hijos, pues ésa es nuestra mayor felicidad.

(Foto: CBCNews-Canada)

Sunday, May 2, 2010

“Te daré la tierra” de Chufo Llorens: Una novela histórica que no se queda en la promesa



Chufo Llorens (Barcelona, España, 1931) llega al oficio literario ya mayorcito, impulsado por una de sus más arraigadas pasiones: la historia. Es licenciado en Derecho y durante años se dedicó a la industria del entretenimiento. En conversación con Manel Haro Cano afirma haberse topado finalmente con la plenitud profesional entre anécdotas remotas y páginas olvidadas: "soy el colmo de la felicidad, hago lo que me gusta, me pagan y no tengo jefes. Este giro de oficio parece haber resultado afortunado. Su más reciente novela vendió más de 150.000 ejemplares únicamente en la celebración del día de Sant Jordi en España.
Considerada ya un bestseller en lengua española, Te daré la tierra (Grijalbo, 2008) es su cuarta y más ambiciosa novela, ambientada en la Barcelona medieval del siglo XI, para  entonces conocida como Septimania. Las aventuras y desventuras del joven campesino Martí Barbany por lograr el casi imposible estatus de ciudadano, se entrecruzan con los amoríos, ambiciones e intrigas dentro de la casa condal de Ramón Berenger I; así, superponiendo micro y macro historia, los hilos de la ficción logran dar color al tapiz de una historia aún oscura para muchos.

El compromiso con la macro Historia

Llorens hizo su tarea. Fruto de cuatro incansables años de investigación, la novela se compromete y "responde a la realidad en sus trazos gruesos", mientras que en los trazos más finos se permite las licencias. Es ese compromiso con lo grueso de la historia, lo que según este autor catalán diferencia a la buena de la mala novela histórica: "yo puedo decir que Hernán Cortés tuvo amores con una cuarterona cubana (...). No existió, pero pudo ser. Lo que no puedo decir es que Hernán Cortés descubrió Australia".
En este nuevo boom de la novela histórica, de caballeros de órdenes secretas, de códices escondidos, de reencontrar el brillo en antiguas costumbres, el lector agradece que no le subestimen en virtud de una máquina de mercadeo, que la ficción respete la realidad histórica donde se inserta y que el autor no quebrante el telón de fondo en aras de la comodidad o la popularidad.

La lucha por ser “alguien”

Primero paralelas, más adelante entrecruzadas, diferentes tramas y subtramas van componiendo el relato. Martí Barbany de Montgrí, personaje central de la novela, (alter ego en papel de Ricard Guillem, cuyo vida singular llamara la atención del historiador J. E. Ruiz Domenec quien a su vez supo transmitir su interés a Llorens) es un campesino con buena estrella, visión certera para los negocios, sentido de la lealtad y abierto al consejo franco, que apenas llegado a la pujante ciudad de Barcelona, se enamora perdidamente de una joven perteneciente a una familia poderosa y, desde ese momento, hace lo posible para merecerla.
Laia, la musa de Martí, es a su vez la hijastra de Bernat Montcusí, consejero económico del conde Ramón Berenger I, y némesis perfecto del joven campesino. Martí y Bernat deben pactar por el bien de sus propios intereses. La única manera de hacerse merecedor de su amada, es convirtiéndose en ciudadano de Barcelona, hazaña harto difícil para alguien de su origen. Para ello, Martí cuenta con los acertados consejos de sus dos grandes y muy diferentes amigos: el sacerdote Eudald Llobet y el cambista judío Baruj Benvenist.
El comercio con petróleo abrirá a Martí las puertas de la mismísima casa condal, y con ello, la tan ansiada ciudadanía, y representará para Bernat jugosos beneficios económicos. Pero la buena estrella de Martí no brillará por siempre, pues quien aparenta ser su mayor aliado será sin duda su más temible enemigo.
Los trapos sucios de la casa condal

Entre tanto, en la casa condal se tejen marañas de intrigas. Ermenesenda de Carcasona y Almodis de la Marca, la abuela y la amante del conde Ramón Berenguer I, se han jurado la guerra y enfrentan sus ambiciones en una lucha desgarrada de poderes. El conde ha repudiado a su esposa (escogida a dedo por la abuela Ermenesenda) para unirse a una mujer casada, lo cual puede generar un verdadero caos moral en Barcelona (además de echar al suelo una cantidad de suculentos acuerdos económicos entre condados). Y en las afueras de la ciudad, la comunidad judía se mueve entre la marginación religiosa y los intereses monetarios, en una época donde religión y poder pisan terrenos movedizos solo estipulados por la conveniencia.

"La historia es un lugar donde colocar mis personajes". Llorens ha pedido prestado el telón de fondo, un telón de fondo histórico pero que sin lugar a dudas parecería nacido de la más autentica ficción, y ha sabido como embellecerlo, reconstruirlo y redecorarlo con una ficción verosímil, fiel y comprometida. Con la certeza de su título, Te daré la tierra es una novela que entrega. ¡Enhorabuena por el camino hallado de Chufo Llorens!