La verdad nunca fui girl scout. La tradición de las niñas exploradoras, de chalequito marrón sobrepoblado de insignias y las galletas de puerta en puerta, era algo muy lejano, que en mi espectro infantil, solo pertenecía al cine o a la televisión. Hasta el año pasado.
Iba al banco con S., y en la entrada, una extrovertida niña de unos 5 o 6 años con su uniforme de scout nos ofreció las consabidas galletas (que por cierto, son riquísimas y toda una tradición en la cultura norteamericana). Me puse a hablar con la madre de la criaturita, que supervisaba, sentada detrás de una mesa improvisada, las transacciones comerciales de su recién estrenada vendedora. Y, como una aparición, vi en mi mente a S. allí. Nunca se nos había ocurrido, pero la verdad era que lo "scout" iba perfectamente con el espíritu ambientalista, la personalidad sociable y el amor por los animales de nuestra hija.
Un año después, era yo la mamá que, sentada detrás de la mesa improvisada, supervisaba las transacciones comerciales de su pequeña exploradora. Pero era una mamá diferente a aquélla del banco, y mucho de ello se lo debía a las girl scouts.
Ser "scout" no tiene sólo que ver con vender galletas, aprender a hacer nudos o poner en práctica técnicas de campamento. Parece que ser scout es más bien un estilo de vida. Un estilo donde la solidaridad, el trabajo en equipo y el respeto por la naturaleza dictan la norma. Pero también un estilo de vida que refuerza la seguridad en sí mismas y la independencia de las niñas. Eso es a mí a quien más le ha costado aprenderlo. Les cuento.
El mes pasado empezó la temporada de camping. Como éramos varias las "mamás primerizas" en estas lides, la líder de la tropa nos permitió asistir a esa primera experiencia. Para mí, fue como la ceremonia –enorgullecedora y dolorosa por partes iguales– de graduación de "mamá scout". Pero esa advertencia no viene escrita en ninguna parte.
Llegamos al Camp N. en una inusualmente fría mañana de sábado. Allí nos encontramos con el resto de la tropa, que había llegado la noche anterior. Sin anestesia, apenas me bajé del carro recibí mi primera y más importante instrucción del fin de semana: estaba ahí en calidad de observadora, así que no podía hacer NADA por mi hija. Eso, mientras veía a S. cargar con maleta, saco de dormir, almohada, y bolsitas varias por un descampado en medio del bosque, me cayó como un primer balde de agua fría. Respiré hondo y en vez de salir corriendo a ayudarla, caminé hacia otra dirección y decidí afrontar estoica el aprendizaje que se me avecinaba.
Pese al frío de ese fin de semana, las actividades al aire libre no se hicieron esperar. Largos recorridos por pequeños senderos a través del bosque pantanoso, nos sirvieron para asegurarnos a las mamás que no existían mayores peligros. También nos sirvieron para practicar el laissez faire, desenchufando nuestros oídos de cualquier queja por hambre, sed, frío, calor, ganas de ir al baño, dolor de piernas o afines que hubieran podido surgir (y, adivinen qué, ¡NO SURGIERON!).
Por otro lado, la oportunidad de colaborar con la elaboración de la comida nos demostró que, contra todo pronóstico y a pesar de lo rural de las condiciones, era bastante decente (hasta con visos de balanceada, debo decir).
Pero la prueba de fuego vino en la noche. Ya se imaginarán que, aun a pesar de los deseos y temores de nuestro grupito de "mamás mironas", las niñas durmieron en una cabaña diferente a la de las mamás. Solas. En el medio de un bosque. ¿Dije solas?
Déjenme aclarar el panorama geográfico en este punto. El campamento está construido en forma de semicírculo. Seis cabañas-dormitorio forman una media luna, y la curva se cierra por una gran cabaña social donde se guarda la comida y se come o se juega en caso de lluvia. En el centro del semicírculo está la cabaña con los baños. Y alrededor, bosque (al estilo floridano, no de pinos, sino más bien "pantanoso tropical").
Para qué se los voy a negar. Yo estaba aterrada. Un millón de ideas absurdas me cruzaban por la mente, peligros insólitos que iban desde animales salvajes, gigantes insectos prehistóricos, secuestros, enfermedades de cualquier índole y qué sé yo qué más.
Entrada la madrugada, unas vocecitas cruzando el escampado quebraron mi sueño, o mejor dicho, ese duermevela de cristal de quien hace guardia. Sin pensarlo, me paré de un salto de mi cama (catre, más bien) y me calcé los zapatos tan pronto como pude. Lista para salir al rescate, una voz tajante desde el lugar de la líder de tropa me detuvo en seco: "Vanessa: They are safe here. If they need something, they'll call. Let her go".
Regañada, volví a mi catre, temblando de frío y de miedo por igual. Las vocecitas se convirtieron en risitas ahogadas. Y siguieron otras. Y otras más. Desde mi posición de castigo, las escuchaba enrollada en mi sleeping bag, el miedo cediendo al alivio, y el alivio logrando arrullarme el sueño.
A la mañana siguiente, los cuentos no se hicieron esperar . Historias de fantasmas, juegos y canciones a la luz de la luna, y ese sentido de libertad que se respira en ambientes rurales. Cuánto había crecido en una sola noche.
Seguí practicando el let her go consciente y apropiado para la prueba final. Dos semanas más tarde vino el camping “sin mamás”. La vi irse en el carro de la líder de tropa, tan grande, tan segura, tan expectante, tan feliz, mientras yo me repetía una y mil veces “todo va a estar bien”.
Confiar y soltar, me dijo una amiga. Let her go, seguía resonando en mi mente. El domingo, regresó feliz, con un torrente de historias a enseñarnos sus proyectos, sus pequeñas heridas de guerra, a hablarnos de sus nuevas amigas, de las pequeñas riñas internas, a cantarnos sus canciones, a darnos opiniones. Confesó habernos extrañado, pero no lo suficiente para pasarlo mal. “Would you go again?”, pregunté. “Sure, mom! I can´t wait to go back!”. Sonreí. Habiamos superado todas la pruebas de iniciación. Ya éramos scouts. Ambas.
2 comments:
Qué emoción y qué miedo Vane!! Pero que satisfacción al final, no?
S. está creciendo y qué lindo que ustedes le están dando las herramientas y experiencias para que lo haga bien.
Orgullo compartido.
Abrazos!
Cool Vane! No es buenisimo cuando uno consigue LA actividad correcta para los chiquitos, la cosa que uno dice "Esto es!".
Letting go es lo mas dificil de ser mama. Yo quisiera protegerlos siempre. Quiero cargarlos en mi cadera hasta que tengan 20, ja ja ja!
El fin de semana vimos una pelicula divertidisimo que se llama Away We Go. Uno de los personajes es una mama toda new age, una caricatura que nos hizo reir muchisimo. Practicaba las "tres S": no sugar, no separation, no strollers. Bueno, tendrias que verla, es que nos dio demasiada risa al Oso y a mi, y conmigo resono muchisimo porque yo a veces me he ido por vias parecidas a las 3 S.
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