"Agarra tu libreta y escribe". Así, sin signos de exclamación, la sentencia electrónica cayó lapidaria y resonó a mandato inexorable frente al que no puede caber negación. Levantarse y caminar. Agarrar la libreta y escribir. Escribir. Como si fuera tan sencillo. Como si el hecho mismo de asir un pedazo de papel y un lápiz, pudieran traducirse en hilvanar cuatro líneas con sentido, un par de imágenes bien logradas, un pensamiento digno de ser compartido.
Hace semanas que no escribo y los pensamientos hacen más bulla de lo normal. Libreta, papel o teclado en mano, escribir coloca el caos en compartimientos, categoriza, clasifica por tamaño, letra y color. Escribir de manera terapéutica, conociendo a los fantasmas y acallándolos, o matándolos, o simplemente sentándose con ellos a tomar un cafecito de Starbucks y a conversar.
Escribir o no escribir. En ciertos tiempos, escribir resulta tarea ardua. Como el amnésico, se olvida hasta la "O" por lo redondo y no hay maestra de preparatorio ni método Palmer que consiga reconciliar a ese lápiz con la mano que lo guía. Los fantasmas no se dejan asir, no hay lazo de grafito que los ataje, y se entrecruzan irónicos, desordenados y burlescos, orgullosos del sinsentido que promueven.
Allí me he hallado estas últimas semanas. Hasta hoy.
1 comment:
Bienvenida de regreso!
Es interesante escribir todo lo que se puede, cuando no se cree que haya mucho qué escribir.
Un abrazote!
Post a Comment