Dicen que las pesadillas hay que nombrarlas. Y no sólo las que atormentan nuestras noches de sueño, sino - y sobretodo- las que nacen a plena luz del día. Hay que vocalizarlas, constreñirlas en palabras, encadenarlas en imágenes, sacarlas del absurdo que suponen y ponderarlas para poder dejarlas atrás. Fortalecerse del estado vulnerable del que nos obligan a despertar. Decirlas para superarlas o para que ellas nos superen a nosotros, para que nos permitan mirarnos por un segundo hacia adentro para aprender, para saber que no somos de hierro, para descubrir nuestros propios miedos, para despedazarnos las seguridades y reevaluar nuestras expectativas. Ponerlas en palabras para sabernos humanos, tan ambiguos, tan creídos, tan frágiles, tan en peligro y tan capaces, todo a la misma vez. Dibujarlas para tener el chance de poder cambiar las sábanas que quedaron húmedas después del sudor del cautiverio en nuestra propia mente, en nuestra propia realidad. Nombrarlas para intentar finalmente entender lo absurdos e incompresibles que somos.
1 comment:
Vane... me hiciste llorar.... tus palabras describen el miedo que siento todas las noches.... de verdad que la realidad de las pesadillas van mas alla de nuestra mente...
te quedo arrechisimo!
sin palabras
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