Saturday, September 26, 2009

Lo que ves en las nubes


La muerte es un código postal del cielo donde, desde su partida de nuestra casa hace más de un año, ahora reside Poirot ("Totono", el nombre que S. le puso cuando apenas empezaba a balbucear). Es la esquina de una nube colonizada por él donde vinieron a encontrarse el abuelito, la yorkie Bella-Marie, Winnie y hasta Michael Jackson. Ése es el concepto de muerte de mi hija.... ¿no es maravilloso?

Íbamos en el carro de regreso del colegio. Era una tarde espléndida de finales de verano. La intensidad del azul inmenso se derramaba impúdica, sólo interrumpida por unas pocas nubes de algodón, tan níveas y mullidas que casi se podían tocar. Impaciente y hambrienta como cada tarde, S. se quejaba sin parar; decía sentirse mal, deseaba cerrar los ojos y hallarse como por arte de magia frente a la despensa de los snacks haciéndose con todos y cada uno de ellos para no tener siquiera que elegir. Refunfuñaba en el asiento trasero hasta que, por gracia o frustración, miró hacia afuera de la ventana. Un silencio de algunos segundos, seguido por una amplia carcajada antecedieron a estas palabras:
-There is an alligator biting a dog's butt in those clouds!- Más risas. -¿Viste mami?
Hice un esfuerzo por manejar, observar la imagen en cuestión y activar mi imaginación. Ciertamente algo muy gracioso podía verse en esas nubes. Pero entonces llegó lo mejor:
-You know what, mami? I'm sure that Totono saw me upset and hungry, and quickly started to draw a funny picture with those clouds to make me feel happy again!!!
Y no sólo a ella. Ese cocodrilo mordiendo al perro pintados por Poirot para alegrar el camino de regreso de mi pequeña S., ciertamente hicieron mi día.

Friday, September 11, 2009

9/11



Dicen que las pesadillas hay que nombrarlas. Y no sólo las que atormentan nuestras noches de sueño, sino - y sobretodo- las que nacen a plena luz del día. Hay que vocalizarlas, constreñirlas en palabras, encadenarlas en imágenes, sacarlas del absurdo que suponen y ponderarlas para poder dejarlas atrás. Fortalecerse del estado vulnerable del que nos obligan a despertar. Decirlas para superarlas o para que ellas nos superen a nosotros, para que nos permitan mirarnos por un segundo hacia adentro para aprender, para saber que no somos de hierro, para descubrir nuestros propios miedos, para despedazarnos las seguridades y reevaluar nuestras expectativas. Ponerlas en palabras para sabernos humanos, tan ambiguos, tan creídos, tan frágiles, tan en peligro y tan capaces, todo a la misma vez. Dibujarlas para tener el chance de poder cambiar las sábanas que quedaron húmedas después del sudor del cautiverio en nuestra propia mente, en nuestra propia realidad. Nombrarlas para intentar finalmente entender lo absurdos e incompresibles que somos.