Friday, May 21, 2010

Pausa



Entiendo si no me creen, pero hace poco días, arrestaron a una abuelita que manejaba a contravía a 100 mph en una calle cuyo límite eran 45 mph. Cuando el oficial se acercó al vehículo, temiendo que la doñita estuviera padeciendo una dolencia repentina y a punto de llamar a una ambulancia, le preguntó si todo estaba bien, y a qué se debía tanta prisa. La señora respondió impertérrita y hasta un poco molesta, que iba tan rápido y cortando camino para no llegar tarde a su cita en la peluquería.
A las carreras. La vida moderna parece una competencia inacabable por cumplir una agenda, un programa inclemente. Correr de un trabajo a otro, de una actividad a otra, para cumplir un horario estricto. Cronometrar los días, ser fiel a las listas. Programar recordatorios, comer en el carro, maquillarse en la vía. Enterarse del acontecer mundial en 140 caracteres mientras cambia la luz del semáforo. Socializar vía texto mientras se ejercita en la elíptica o mientras se espera en un consultorio médico.  No perderse la novela, llegar a tiempo a la natación. Correr, correr, correr.
Precisamente esta mañana hablaba de eso con la maestra de S. Al principio de la reunión, tercera y última de este primer grado, Miss H. aplaudió ampliamente la capacidad de comprensión lectora, la inclinación artística y el razonamiento lógico-matemático de mi hija, para engrosar mi orgullo materno. Pero luego,  y por primera vez, hubo “peros”. Habló de “rush”, de ir a las carreras. De anticipación e impaciencia. De apresurarse por concluir rápido cada asignación. De desorden, de no querer revisar, de responder preguntas sin terminar de leerlas. De estar demasiado pendiente a lo que viene “luego”.
Nada de eso es novedad, pero claro, pesa más cuando otro te lo dice. Tampoco creo que sea algo grave. Tampoco me voy a morir si S. no tiene una caligrafía de colegio de monjas venezolanas. Pero sí puedo decir que la conversa con Miss H. fue un llamado. El toquecito de un timbre remoto que me llevó a días en que mi vida era una vorágine que me arrastraba. Cuando parecía necesario vivir tachando ítems de una lista interminable, para pasar jadeante de uno a otro, impaciente, ansiosa, perpetuamente cansada. No es así como quiero que crezca mi S.
Para mayor refuerzo, y con la entrevista aún fresca y dándome vueltas en la mente, me topé con este mensaje de Kate Vogt: “Wherever you are, eternal truth is there to speak you through the poetic pauses. And with each pause, you recover a little more understanding of your true Self”. La pausa. Ese espacio ínfimo entre dos puntos. El infinito entre dos renglones que puede darle sentido a un texto completo. El silencio.
Quiero practicar la pausa con S. Entrenar la paciencia (tal vez la abuelita de la cita en la peluquería había olvidado o nunca conocido lo que eran). Quiero que disfrute de la tranquilidad del hacer NADA, en paz con el silencio.  No quiero que viva en una competencia, ni que necesite de millones de voces para acallar vacíos. Eso quizás se traduzca en la letra que desea Miss H., y en trabajos más ordenados, y en preguntas leídas en su totalidad. O quizás no, y estará bien. Igual, me daré por satisfecha.

5 comments:

mc said...

A veces tenemos dias (domingos, por lo general) completamente vacios. Cero carreras (excepto las de Mario Kart en el Wii). Es necesario, para la salud mental de todos.

Todo lo mejor para S, espero que algun dia aprecie las pausas. Por otro lado, que maravillas te dijo la maestra! Sin duda tienes que estar muy orgullosa.

Alejandra Click said...

Sí, me gusta eso de la pausa. Ahora que estoy en Madrid, paseo por las calles sin nada que hacer, sólo vivir, y lo saboreo tan bien y tan rico que provoca quedarse en esto. Espero que al volver a trabajar, ritmo frenético que tenía en Caracas disminuya. Me encanta llevar la vida pausada, porque no hay más que esta vida. Lindo post.

Lena yau said...

Calma, pueblo...

Creo que a pesar de las pérdidas económicas que generó, la nube volcánica que paralizó a Europa fue una especie de aviso poético.

Sin prisas.

Corremos, no llegamos antes y nos agotamos.

La premura nos priva de ver, de oler, de sentir.

Nos sabotea el pensamiento.

Un besito, Vane!

mc said...

Hay un articulo larguisimo en el NYTimes acerca de tu amado Stieg Larsson:
http://www.nytimes.com/2010/05/23/magazine/23Larsson-t.html?src=me&ref=homepage

Vane G. said...

Que bella, MC! Gracias por pensar en mi ;)