Maníacos del tiempo. Contamos años, meses, horas, minutos y segundos como monedas de una alcancía incorpórea. Contamos hacia adelante o hacia atrás, según nos convenga, para bien o para mal, para reír o para llorar. Contamos cumpleaños, cumplemeses, cumplesemanas y cualquier tipo de aniversarios. Enumeramos sin discriminar los natalicios y las defunciones, los años de graduados, la permanencia en un trabajo, la duración de una relación. Marcamos nuestros calendarios con cuentas regresivas para ese viaje ansiado o aquella visita tan esperada, y después de acontecidos, los añoramos por días, semanas, meses, años o décadas.
Así parece transcurrir nuestra vida. En una eterna cuenta regresiva, o en un perpetuo acumular porciones de ese pastel infinito que es el tiempo. Efímero como un aleteo de mariposa, el presente escurridizo se nos resbala de las manos, dejándonos sólo con el sabor de lo pasado y la expectación de lo por venir.
Se nos vienen los balances de cuenta temporales para recordarnos lo recordable o que no olvidemos lo inminente, pero sobretodo, para que apreciemos lo que somos hoy, a la cuenta de cero, tabula rasa con el calendario que tanto pesa sobre nuestras espaldas.
Se me va este agosto con ganas de contar. De contar los años en este país que nos recibió sin pompa ni protocolo, donde hemos construido un hogar, donde hemos sembrado afectos y donde ha nacido nuestra hija. De contar velitas en el pastel de cumpleaños de este cajón, hogar virtual de mis reflexiones, álbum de impresiones recortadas y catálogo de afectos sin rostro, pero afectos al fin. De contar como los niños los meses, los años transcurridos de ésas y otras muchas circunstancias que me han llevado a estar hoy aquí, posando estos dedos ansiosos por enumerar, sobre el teclado de mi computadora.
Pero no, hoy no voy a contar. ¿De qué sirve contar el tiempo transcurrido más que para ponerle dígitos abstractos a una realidad? Estas palabras responden a una circunstancia, una circunstancia cargada de pasado y con visos infinitos de potencialidad. Pero eso no importa. Hoy sólo importa el sonido rítmico del tecleo y el lento deambular de letras en la pantalla.
6 comments:
Vane, me encanta como escribes. Te soy sincera, lo vi largo y me dio algo de pereza, comencé a leerlo y me lo leí de un porrazo. Tienes mucho gancho ;)
Hermosas tus palabras Vane, me encantó y me hizo reflexionar en algunas cositas...
Escribes muy bien guapa, me ha gustado! Yo siempre he sido persona de vivir el momento con mucha facilidad y para ello siempre hago lo que me apetece hacer, para no contar tiempos ni pasados ni futuros. Besos!
Tienes razón, a veces tenemos que dejar de "contar" y dejarnos llevar.
bss
Como giozi te comentó, tienes gancho! sabes como envolvernos a nosotros quienes te leemos.
Vane, es sorprendente cómo hay quienes levantan un hogar en otro país. Yo siento una especie de vacío que es difícil llenar. Me imagino todas esas memorias transcurridas en ese país y bueno, también te imagino eligiendo el ahora.
Un abrazo y que sigas escribiendo tan rico.
una buena dosis de sabiduría, sí señora!
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