Agosto no ha sido fácil. Llegó cargado de tormentas, a abatir seguridades, a cubrir de gris plomo el azul cielo de las certezas.
Pero también agosto ha tenido esto. Una escapada familiar al mar, a un lugar de ensueño donde volver en el pensamiento cuando la tormenta decida volver (ojalá y no lo haga).
Atesoro este paseo, este lugar y este momento. S., su muñeca Emma, mi Chino detrás del lente y yo, recorriendo estos jardines de cuento de hadas.
Viajamos a Sarasota, Florida, con la misión familiar de hallar dientes fosilizados de tiburón en Caspersen Beach, tal como recordábamos haber encontrado años atrás (no tengo muy claro cuál es el lío de corrientes que confluyen en esas aguas, pero el hecho es que en esa playa es posible encontrar dientes de tiburones prehistóricos así como quien encuentra caracolitos en la orilla del mar).
Fue un poco decepcionante para S. pasar todo el día escarbando en la arena para encontrar sólo 3 minúsculos dientecitos... Pero nos llenamos los ojos y el espíritu con unas vistas maravillosas de esta playa virgen que afortunadamente y por haber sido declarada parque nacional, se encuentra libre de altos edificios o carreteras.
Los dientes de tiburón los encontramos después, en la tiendita del pueblo, a $1.99 el saquito... :-S
Los residentes de Siesta Key Beach se ufanan con las estadísticas que indican que tienen la playa con la mejor arena del mundo. Con un dejo de celos, puedo imaginarme al equipo de expertos encargados del análisis, viajando por todo el mundo armados de su espíritu empírico, recolectando muestras en los parajes más paradisíacos del orbe, con la única misión de aclararle a la humanidad la inmensa interrogante de cuál arena es la mejor... ¿Será posible? y de serlo, ¿por qué no me enteré de la existencia de esta dedicada profesión en mis años universitarios? Yo habría sido una excelente recolectora de muestras, de eso estoy segura.
El hecho es que verdaderamente la arena de Siesta Beach es algo fuera de lo normal. No sólo por su níveo color, sino por su textura suave y fina. Más que arena parece talco, que se desliza de la piel al tratar de agarrarlo.
Pero pensándolo bien... mejor llévenme de vuelta. Necesito más muestras para emitir un juicio.
Cuando decidimos pasar unos días en Sarasota, sabíamos que serían unas intensas jornadas de sol, arena y mar. Lo que no anticipamos es que a sólo un par de minutos de nuestro hotel se encontraría una de las más relucientes joyas del suroeste de Florida: El Museo de John Ringling. Un complejo de galerías de arte, circo en miniatura, jardines floreados y una mansión de nada menos que 52 habitaciones! Pasamos todo el día extasiados entre tanto arte y belleza.
Aquí, la vista de la bahía de Sarasota desde la terraza de la mansión.
Atardecía. La playa no tenía acceso al público, sólo un descampado improvisado donde estaba prohibido estacionar. Un risueño grupo de amigos compartía el azul resplandeciente de ese mar enorme y desierto. Y a lo lejos una mujer con una cámara, escondida entre dunas y cardones, intrusa de la alegría ajena, se mimetizaba entre clic y clic con las uvas de mar.
Pasábamos todas las mañanas frente de la bahía de Sarasota. Mi vista se quedaba prendada de los barcos y veleros que, detenidos, parecen dormir una siesta mientras esperan la acción por llegar. La última mañana de nuestro viaje, mientras todos dormían, decidí recorrer la bahía con mi cámara. Nunca pensé que habría de toparme con un velero pirata ;-)
4 comments:
Que bien que madrugaste ese día, debo ser una romántica porque adoro los veleros piratas :)
Feliz vuelta!
Me ha encantado la foto de la farola; es una preciosidad
Hermosas fotos, e historia saludos!!
5 Muy bonitas todas.
Gracias por compartir tus recuerdos : )
Sol.
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