En los rincones más desconocidos de editoriales, empresas de traducción o publicaciones que se jacten de serias, labora silencioso el corrector (de textos, de estilo o de pruebas, no hay consenso siquiera en su nombre), paladín implacable que, empuñando un bolígrafo rojo, calibrando su siempre alerta mirada de águila y su amplio conocimiento del lenguaje, y utilizando el diccionario como escudo, emprende diariamente una batalla cuerpo a cuerpo con el loable objetivo de salvar al texto de gazapos indeseables.
Necesaria, anónima y acostumbrada a la falta de reconocimiento, es la del corrector una actividad encomiable, en pro de la exactitud, la precisión y el cumplimiento de la norma como bien final. Agente del control de calidad de la letra impresa o virtual, resulta prácticamente imposible notar su mano cuando ha pasado por una publicación impoluta, pero en cambio bien que se le extraña cuando el texto está plagado de erratas ortográficas, sintácticas o tipográficas.
Tan acuciosa como impúdica, su habilidad no se enseña en un salón de clases. Parece más bien responder a un impulso patológico por la perfección, aunado a un interés inusitado por sumergirse en los recovecos del lenguaje y asirse de él.
A modo de bien merecido homenaje a estos profesionales de la exactitud, la Fundación Instituto Superior de Estudios Lingüísticos y Literarios (Litterae) con sede en Buenos Aire, ha designado el 27 de octubre como día del corrector. La selección de la jornada no es casual, pues coincide con el natalicio, en 1467, de Erasmo de Rotterdam, filósofo y humanista neerlandés, quien por su labor como revisor de originales en una imprenta veneciana es considerado el primer corrector de la Historia. En diferentes países se emprenden actividades relacionadas, siendo la cacería de erratas promovida por la Unión de Correctores Española a lo largo de calles de Madrid y Barcelona, la más popular (para algunas imágenes recogidas durante estas cacerías, visita aquí).
Vaya con estas líneas un merecido reconocimiento y un agradecimiento sincero a todos los correctores, los que se esconden detrás de nuestras páginas favoritas, los que le apuestan a la perfección aun en los textos más prosaicos, los que emprenden una lucha doble, contra la imprecisión y el error, y contra las herramientas tecnológicas modernas que –en vano– quisieran desplazarlos.
7 comments:
Me has dejado con una sonrisa de oreja a oreja Vane. Felicidades para ti, para Jose y para mí. Nunca me olvido de las palabras de Jose: "el nuestro es un trabajo que, si lo haces bien nadie te lo reconoce, pero que si fallas, todos te crucifican"... mmm, o algo así.
En todo caso, te tengo tres palabras: Luis de Oteyza.
Abrazos.
Tengo una prima que trabaja revisando ortografía, comas y demás, en una universidad que a la vez edita sus libros, me parece un trabajo bastante arduo.
Me encanta como escribes "hablas" ya quisiera yo expresarme como tu. Siempre correcta y expresiva.
Ése es un trabajo que siempre he dicho que me hubiese gustado hacer :-)
Un beso!
Cal: Gracias por pasarte! :)
Felicidades para ti! Yo la labor del corrector la admiro muchísimo, pero de lejitos, pues las veces que me ha tocado me he dado cuenta de lo dispersa que soy... Como traductora, agradezco profundamente tener un corrector después que me ataje las erratas y los "pelones"... Celebra mucho tu día, te lo mereces!!!!
Gracias, Giozi, eres un sol. Y felicidades también a tu prima ;)
Mar: es un trabajo hermosísimo, aunque un poco ingrato.
Besos para las tres!
Es cierto! Yo siempre grunno cuando encuentro algun error ortografico. Pienso "como es posible???" Ja ja! Mis disculpas publicas a todos los cazadores de gazapos (tengo que buscar esa en el diccionario) por no apreciar cuando NO hay errores ortograficos. Pensare en ustedes de ahora en adelante!
Hola Vane, gracias por tu amabilidad, tus letras, paraíso para perderse, he regresado para quedarme, dónde mejor...? pasa buena tarde, gracias, besos.
Yo que maqueto, y que hice periodismo, a veces, conjugo los dos trabajos. Gracias por acordarte de los que trabajamos en la sombra...
¡Y los buenos traductores también son imprescindibles!
Saludos
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